De tanto
publicar libros de determinados artistas, siempre los mismos, hubo otros que
fueron ignorados como pudo suceder con los artistas alemanes y entre ellos
Alberto Durero de quien hemos escuchado su nombre y que nació en Nuremberg por
1471 viviendo hasta 1528, tiempo que no lo vio descansar al ensayar todas las
técnicas artísticas del dibujo, el grabado y de todo tipo de pintura incluida la acuarela. A tal extremo que su taller
parecería un laboratorio químico de todos los productos y las herramientas que hacen posible el trabajo del artista
plástico.
Al interesarnos el Durero
acuarelista encontramos a quien, siendo de los primeros que la cultiva en occidente, la lleva a grandes alturas en los
momentos en que pudo viajar por la Europa renacentista llegando a Italia un par
de veces siendo provechosas sus acuarelas de viaje en que capta las lejanías con sus brumas, los detalles, los
tonos y matices reconociendo la diferencia de los paisajes y su luz en el
material indicado. También conoció la pintura italiana y a sus artistas en
pleno trabajo. Allí Durero pintaba acuarelas y temperas de objetos variados,
plantas y flores y sobre todo animales fueran ardillas, liebres y conejos, zorros,
lobos, aves y era tal el realismo con el que representaba pelajes y plumas que
llamó la atención a los italianos y como cuenta Paul Johnson en su libro
“Creadores”, Giovanni Bellini, de quien se hace buen amigo, le pidió prestado
uno de los pinceles especiales para pintar pelajes y Durero le entregó uno que
tenía en la mano. “Pero yo tengo uno de estos” le dijo
Giovanni. “Así es” le respondió el pintor alemán cuando le entregaba uno de uso
corriente.
Que la acuarela era la técnica
ideal para emplear en las excursiones por ser liviana y necesitar solo un buen
papel y sus pinceles, que permite representar con rapidez un paisaje agreste o
un barco con sus aguas y quedar lista para guardar ya seca. Durero demostró su capacidad de pintar ciudades
europeas conseguidas con una excepcional calidad dejando un ejemplo para los
artistas viajeros con intereses topográficos que van pasando panoramas al papel
en poco tiempo, en bocetos que ya pueden quedar terminados in situ o en el
taller de casa. Asimismo con sentido científico hasta el siglo XIX la usaron
los visitantes europeos a América, fueran Carlos Wood o J. Mauricio Rugendas en
nuestro país.
Gustaba trabajar intensamente,
siempre que viera algo extraordinario le interesaba que se legara para la
posteridad. En su época era tal la atracción que despertaba su obra que era
llevada por los visitantes a sus ciudades y países para que fueran imitadas por
sus propios artistas. Y su fama fue
aumentando y su obra revalorizada con los siglos que se convirtió en un símbolo
artístico. El 6 de abril de 1828, al cumplirse trescientos años de su muerte,
300 artistas se reunieron junto a su tumba para rendirle homenaje.
Como es natural para escribir
sobre un artista del pasado es imposible decir cosas nuevas y el mismo Paul
Jonhson cita a Friedrich Piel y yo tuve la oportunidad de tener en mi mano una
versión española de 1998 de ese libro de dibujos y pinturas facilitado por el
pintor Albino Echeverría, de Durero considerando que fue famoso desde su propia
generación en que exaltan todo lo que aportó a nuestro arte. El mismo escribió
asuntos de estética “que el artista estaba habitado completamente por figuras”
y se supone como un creador capaz de comprender al mundo exterior puesto que él
ve el arte en la naturaleza.
Iván Contreras R- 2011
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